Conflictos en el aula
Soy profesor de bachillerato. Entro a clase. Me encuentro con que dos alumnos están a punto de golpearse. Uno se dice de izquierdas y el otro de derechas. El uno ensalza a Stalin y el otro a Franco. Uno llama facha a uno y el otro llama progre al otro. Parece la antesala de la guerra civil.
¿Qué hacer?
Vivimos en una sociedad polarizada. Las redes sociales han contribuido a radicalizar el pensamiento de estos dos jóvenes. Su algoritmo se ha modificado de tal forma que solo han recibido la información que hace gala de la ideología a la que siguen. Empezaron con la sana curiosidad por la historia y las ideas. Y terminaron en una defensa a muerte (aunque solo figuradamente) de dos ideologías contrapuestas. Ahora se quieren pegar. El uno ve que todo lo que está mal en el mundo está condensado en su compañero y viceversa. El uno quiere en su corazón que personas como el otro no existan y viceversa. Los dos creen que el otro está equivocado y que es él quien tiene razón.
Entro a mediar. Ambos quieren que le dé la razón a uno de los dos. A fin de cuentas soy profesor de filosofía, me interesan las ideas. Debería ser yo quien medie y diga cuál de las dos ideologías debe triunfar.
¿Voy yo a mediar cuando todo casi termina en los golpes? Pues claro, pero no como ellos quieren. Mi mediación va a ir encaminada a que ambos descubran en el otro su humanidad. Que se descubran como dos personas muy iguales, pero con pensamientos diferentes. Me interesa, también, que el uno conozca las razones del otro y que el otro conozca las razones del uno.
Por eso, empezamos con un simple deber. El franquista debe traer un ensayo de tres páginas en el que exponga las causas de que hubiera un movimiento obrero, sus postulados ideológicos, y debe ver un documental sobre las víctimas de la guerra civil y cómo ese enfrentamiento entre bandos desangró familias enteras. También sobre las víctimas de la dictadura. El estalinista deberá leer un poco de la historia de la guerra civil, ver lo que había en torno a las víctimas del llamado terror rojo, así como ver un documental sobre las víctimas de los gulag.
Pero lo teórico es superficial. Al final, como ya hemos dicho, la ética no se impone con razonamientos. Debe haber sensibilidad. Necesitaría que hubiera actividades extraescolares. Propondría la creación de una huerta. El franquista y el estalinista deben trabajar juntos en su consecución. Pero además quisiera que participaran personas diversas, de diversa procedencia, ojalá migrantes, personas con sexualidad diversa, ricos, pobres, de derechas y de izquierdas. En la consecución de un mismo un fin y trabajando en equipo descubren ambos que las diferencias son circunstanciales y que lo que vale es la persona, íntegra y digna de todo respeto. Esa es mi propuesta.
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