Personas con TEA
Una de cada 100 personas tiene un trastorno del espectro autista (TEA). No es poco, por supuesto. Antes bien, se trata de una condición que podemos decir que existe con gran frecuencia en la población. De hecho, es tan frecuente como variable es. Se dice que no hay dos personas con TEA iguales, sino que cada una tiene unos rasgos diferentes que manifiestan su condición. El interés que me surge por esta cuestión viene, por un lado, de la necesidad de comprender mejor la condición, así como entender las maneras en las que estas personas pueden desarrollarse en plenitud sin ver sus posibilidades limitadas por factores externos.
El TEA es una condición genética con características nucleares específicas. Esto quiere decir que, por un lado, tiene su origen en los genes. Eso sí, no se puede decir que sea un gen específico el que produce esta condición. Antes bien, se ha estudiado que hay varios genes y de diferente tipo implicados en su generación. Por otro lado, quiere decir que sus características le son muy propias, aunque aparece asociado a otras afecciones como discapacidad intelectual, trastornos del lenguaje o de la salud mental. Se une a este origen genético, otros factores ambientales (los progenitores o causas perinatales) que contribuyen al desarrollo del trastorno.
A nivel físico no encontramos diferencias, por lo que decimos que es una discapacidad invisible. De hecho, hay personas que entran dentro del espectro autista y llegan a saberlo ya siendo adultas. No hay una fisionomía específica para el autismo.
A nivel funcional, las personas con TEA tienen una serie de dificultades. Podemos decir que son, sobre todo, sociales. Tienen dificultades para comprenden a los demás, para expresarse y para interactuar. Son personas que no logran comprender las reglas sociales no escritas. Así, no saben distinguir entre la manera de actuar frente a una persona conocida y otra no conocida, y en ese orden de ideas pueden parecer, a la persona ajena a la situación, que sus reacciones son extrañas. Del mismo modo, se les dificulta adaptar su comportamiento situaciones sociales nuevas o extrañas para ellos y ellas, así como para comprender las emociones, deseos, etc., de los demás. La expresión les es difícil, por lo que expresar lo que sienten muchas veces les supone un problema. Son personas muy sensibles, que pueden reaccionar de una manera diferente a cuestiones como los estímulos y las situaciones espontáneas en general les supone una dificultad a la hora de desenvolverse en ellas. Como vemos, esto conlleva unas dificultades aledañas. Puede ser la dislexia para el aprendizaje y en general el muy manido TDAH. Del mismo modo, pueden encontrarse compulsiones y comportamientos repetitivos.
En este orden de ideas, las personas con TEA muchas veces tienden a la soledad, a lo que suele llamarse desde la ignorancia “encerrarse en sí mismos” y a hallar muchas dificultades para relacionarse. En cuanto al aprendizaje, muchas veces un mal diagnóstico (ya que no siempre es tan evidente), puede suponer un fracaso escolar al no ser atendidas correctamente sus necesidades.
Hay muchas maneras de atender esta diferencia. Porque al final, no es más que eso: una diferencia dentro del grandioso mosaico humano. Antes que nada, se debe concienciar. Muchas personas se catalogan de “raras” y nunca llegan a ser diagnosticadas. Un diagnóstico temprano, genera el cambio. La población debe estar más sensibilizada con esta situación para identificarla oportunamente y suplir las necesidades de la persona. Por otro lado, está la atención cuidada de sus necesidades. Y esto desde casa: crear espacios estimulantes, ayudarle a comprender a los demás, generar espacios de expresión, para que, pacientemente, logre identificar lo que siente y lo que quiere comunicar. En general, facilitarles una terapia que pueda desarrollar estos aspectos. Por otro lado, en materia educativa, se pueden proporcionar muchas herramientas. Como decimos, no toda persona con TEA es igual. Hay algunas personas que pueden fácilmente asistir a un aula convencional, eso sí, con apoyo adicional. Otros necesitan de un aula particular, que atienda estas diferencias. Una persona con TEA puede mejorar sus condiciones y terminar viviendo una vida normal, como la de cualquier persona.
Y es que son personas con muchas fortalezas fruto de su propia condición: son meticulosos, pueden hacerse grandes expertos en los temas que más les interesa y hasta obsesiona, son sinceros, capaces de cumplir a rajatabla las reglas establecidas, detallistas, capaces de generar rutinas y de cumplir excelentemente actividades rutinarias. Son personas muy lógicas y que son capaces de escuchar al otro sin los prejuicios que inundan la sociedad.
En este orden de ideas hay muchas fundaciones y experiencias que trabajan esta cuestión. Por un lado, nos encontramos con que ya la mayoría de colegios (por no decir todos) tienen esta situación bien sensibilizada y muchos ofrecen aulas adaptadas para quienes lo necesitan. Por otro lado, se encuentran asociaciones como la Confederación Autismo España, que ofrece una guía clara y concisa tanto para las familias, como los educadores y a las mismas personas con TEA. Encontramos, también centros especializados, como en Valladolid el Colegio de la Obra Social del Santuario.
El TEA es una condición común. Muchos podemos tenerlo y no lo sabemos. Lo importante es que cada persona pueda desarrollarse en plenitud, sin prejuicios y sin impedimentos injustos e innecesarios.
La imagen que embellece este post la hizo un joven con TEA llamado Augusto Mangussi.
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