Una participación ecológica
Dentro del ámbito de la participación efectiva de alumnos en entorno escolar, se ha dicho mucho en los últimos tiempos. Y es algo muy necesario. Lo encuentro muy sugestivo: se trata de entender que el alumno no es un mero agente pasivo. Es, por el contrario, una manera de entender al alumno como un ciudadano responsable, con autonomía y con libertad. Claramente no tiene ni la misma responsabilidad ni la misma situación legal que una persona mayor de edad. Sin embargo, sí que es bueno educar prácticamente la autonomía. Y una actividad participativa sirve para ello. Al implicarse personalmente en un asunto, asumen una responsabilidad y se entienden como parte de una comunidad.
Y me ha interesado mucho una propuesta que viene muy a cuento con la situación humana de este siglo: una huerta. El contacto con la tierra, el respeto por la tierra, son cuestiones que son necesarias en un momento en el que la tierra la tomamos como un mero medio productivo, utilizable y explotable, y no como un don, una sabiduría, respetable. Mancharse las manos y entender de dónde viene lo que comemos, cultivar directamente lo que comemos, resulta algo fundamental. Ahora, cuando todo lo tenemos ya servido, resulta muy importante.
Se trata de crear un espacio en la escuela en la que los alumnos siembren, cuiden y rieguen. Se trata de cooperar por un fin, en el que participarían diversas personas. De este modo, la diferencia se integra hacia un fin y se fomenta la convivencia. Del mismo modo se entra en contacto con la tierra y se conciencia del trabajo que se necesita para poder alimentarse.
Es una forma de implicarse.
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